27 marzo, 2012

Eight Days a Week


Se llamaba Yuka, pero desde su llegada a Europa nadie le había vuelto a llamar así.    
A los europeos les resultaba mucho más gracioso el apodo de Yoko, al que ella siempre respondía con una sonrisa de paciencia infinita. Incluso se había aprendido un par de canciones de los Beatles y, de vez en cuando, las entonaba para complacer a sus nuevos amigos.

Llevaba la complacencia en la sangre. Desde pequeñita su madre la había educado en la gentileza y ahora ella tenía como herencia un carácter servicial y generoso. Quizás por eso adoraba pintar en la calle, porque se entregaba a sí misma, con todas sus horas, sus ganas y sus callos en los dedos, a la voluntad de unos paseantes en busca del retrato perfecto. Crear e inmortalizar los recuerdos de otros: “I ain’t got nothing but love, babe”.

3 comentarios:

Irina dijo...

M'encanta! :)

Jordi Iglesias Sayol dijo...

A mi també m'encanta, ja ho saps :)

Holga dijo...

Moltes gràcies, indiscrets meus!