16 abril, 2012

Intersección


Pedalea pensando en nuevos comienzos y el vértigo del cambio le revuelve las tripas.
Frente al semáforo, se detiene en seco y su luz roja, que hoy parece alargarse más de la cuenta, impulsa un deseo incontenible de dar media vuelta y borrar las últimas horas. Sonríe ante la idea de remontarse aún más allá, a lomos de su bicicleta, hasta encontrar ese momento indetectable en que todo se volvió turbio. Tenerlo delante y desdibujarlo poco a poco con sus manos, como si nada hubiera pasado.

¿Y para qué? No es el “adiós” lo que teme, sino los “hola” que vendrán. Siente la desgana en la boca del estómago y se resiste a activar el mecanismo que encadenará nuevas conversaciones con risas y gemidos, pasos adelante con historias comunes.
Reiniciar la liturgia la estremece y fantasea con un botón de rebobinado que acelere el proceso de volver a amar a alguien.

Pero el semáforo interrumpe sus pensamientos y, con un guiño verde, la obliga, con las piernas temblorosas, a cruzar la intersección.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

A veces las luces rojas nos protegen de lo desconocido. Otras veces, hay que atreverse a saltarse las luces en rojo.
La foto, genial.

Holga dijo...

Esta chica se encontró con muchas luces rojas por el camino. Pero como llevaba una buena bicicleta, seguro que llegó a su destino.

Gracias, pequeño indiscreto!